jueves, 15 de agosto de 2013

AREQUIPA: Alejandro Olmedo, un mito labrado en sillar




Alejandro Olmedo Rodríguez, conocido como el "Cacique" del tenis, es el único arequipeño nato que ha recibido los Laureles Deportivos otorgados por el Estado Peruano. Este hijo del volcán dejó en alto el nombre de Arequipa al convertirse en un grande del deporte blanco a nivel mundial.
Iván Contreras.
A los 14 años cambió su vida, analiza ahora que ya tiene 77. La fe en Dios y ese corajudo espíritu de los que nacen al pie del volcán, confabularon para que se convierta en un personaje de leyenda, en esos tan comunes en el deporte.

Alejandro Olmedo Rodríguez, Luis Alejandro Rodríguez Olmedo o Alex Olmedo, son la misma persona. Nació un 24 de marzo de 1936 sin saber que su futuro lo llevaría a la cima del tenis mundial, a ser el mejor entre los mejores.

Sus primeros pasos los dio en la calle Las Palmas, ahora llamada Víctor Lira, luego nació su gran apego a su padre Salvador y el romance con su amor de toda la vida, el tenis.

Ni cuando la familia cambió de casa a la calle Piérola y luego a Leticia, en la aún pequeña urbe mistiana, dejó de ir al Club Internacional. Mientras su papá entrenaba a la crema innata arequipeña, él recogía las pelotas que salían fuera de la cancha. Ahí observando, boleando las veces que las canchas no la ocupaban los socios, fue descubriendo ese don que lo llevaría algunos años después a ganar la Copa Davis, el Wimbledon, el US Open, a ser el segundo mejor jugador del mundo (1959) y el número uno de Estados Unidos.
Su vida, cuenta, está llena de eso que explica lo inexplicable: milagros. “Soy muy católico y estoy convencido de que gracias a Dios hice lo que hice en el tenis”.

Y vaya que tiene cómo comprobarlo. Antes el tenis era exclusivo para los socios del Club, pero en 1950 se cambiaron las reglas. Se hizo un torneo abierto. Compitió y con 14 años lo ganó. “Eso llamó la atención de todos. La Federación Peruana de Tenis (antes llamada Federación Peruana de Lawn Tennis) envió emisarios a verme. No entendían como un "recogebolas" había ganado un torneo tan importante como era el del Club Internacional”.

Ese fue el punto de quiebre. “Mi vida cambió”, recalca. Dejó los estudios que cursaba en la escuelita 951 -antes había estudiado en los colegios Internacional y Montevideo- para irse a Lima. “La Federación solicitó permiso a mis padres (Salvador y Fortunata) para irme a la capital, donde comencé a entrenar en El Terrazas y estudiar en el Santo Tomás de Aquino”.

Tal fue su potencial que la Federación contrató a un americano de apellido Fleisher para que le consiga una beca en Estados Unidos. “Un día, cuando tenía 18 años, volvió a Lima y dijo que ya tenía beca para ir a estudiar a California. Yo no tenía dinero, la Federación tampoco y en Lima se hizo una colecta para pagar mis pasajes. Fueron 20 días a vapor (barco) de Lima a La Habana, luego de La Habana a Miami en avión y de ahí en ómnibus a Los Ángeles.
Segundo milagro. “Cuando llegué a California y a la universidad donde me habían conseguido la beca, nadie me conocía, nadie sabía que venía. Quedé en el aire y no tenía cómo regresar”.
La pasó mal durante seis meses. Para sostenerse trabajó en el consulado peruano como limpiador y ayudante en secretaría, pero a la par jugaba torneos en parques públicos. Uno de esos campeonatos lo ganó y la Universidad del Sur de California lo reclutó.
Le dieron una beca que aprovechó muy bien. Mientras cursaba la carrera de administración y finanzas, comenzó a ganar torneos interuniversidades. Durante dos años consecutivos fue el número uno en singles y dobles. Luego lo convocaron a la selección de Copa Davis de Estados Unidos, le llegó su nacionalización americana y su decisión de radicar en ese país.
A los 22 años ganó la Copa Davis. “La Davis siempre la ganaba Australia, pero ese año (1958) hicimos un buen equipo. Yo gané mis tres puntos (dos de singles) y el de dobles”.

En el punto decisivo venció 3-0 a Ashler Cooper y se desató la fiesta en América. Fue el preámbulo exacto para lo que vendría después. El 3 de julio de 1959 ganó Wimbledon tras vencer en la final a Rod Laver (AUS) por 3-0, también se impuso en el Open de Australia al local Neale Fraser por 3-1 y fue finalista del Open de Estados Unidos.

Ya en ese entonces lo llamaban “The Chief” (El Jefe) y en Perú “El Cacique”. Lo que se quería resumir era su liderato innato y su espíritu guerrero que lo hacía – refiere la revista Sport Illustrate en su número de setiembre de 1959- incomparable.

En 1958 el presidente Manuel Prado Ugarteche le brinda los Laureles Deportivos, los únicos para un neto arequipeño; el otro es del ajedrecista camanejo Julio Ernesto Granda. Para la ocasión trajo la Copa Davis y la exhibió en un repleto Estadio Nacional.

Luego, junto a la “Ensaladera”, enrumbó a su tierra donde fue recibido como un héroe en la Plaza de Armas y llenó el Estadio Melgar.

En 1987 ingresa al Salón Internacional de la Fama del Tenis.

“En 1965 me retiré oficialmente del tenis que ha sido mi pasión; pero también he practicado golf. ¿Fútbol?, nunca me gustó, pero ahora voy a los partidos de mi nieto Alex”.

Tras decidir dejar el tenis, se dedicó a la enseñanza y lo hizo a gran escala, a estrellas de Hollywood.
EXTRAÑA A LA TIERRA
La última vez que regresó a su tierra natal fue hace unos diez años. “Regresé para el entierro de mis padres. La verdad es que me da mucha pena no poder volver a Arequipa. Ya tengo más de 44 años radicado en Estados Unidos y es difícil ya trasladarme por lo largo del viaje y a mi edad eso ya se siente”.
En su ipod, confiesa, tiene música de Los Dávalos, música arequipeña. “El día de Arequipa lo pasaré en familia, con mis hijos y nietos. Extraño mucho la ciudad, a mis hermanos”.
“Desde acá quiero mandarle un saludo a toda Arequipa, a mis amigos del Club Internacional, les quiero agradecer por todo lo que hicieron por mí”, se le quiebra la voz.
Ahora, en este aniversario de la Ciudad Blanca, hombres como él hacen recordar que esta tierra también fue labrada por leyendas de esas que el deporte engrandece.
 

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